El dato de inflación de agosto encendió nuevamente las alarmas al registrar un aumento del 4,2%. Manteniendo la tendencia que se viene observando desde hace cuatro meses y dejando en claro que la baja de precios no será tan rápida. Si bien el Índice de Precios al Consumidor (IPC) sigue estable en torno al 4% mensual, la inflación núcleo –que mide los bienes y servicios no regulados ni estacionales– mostró un aumento de 4 décimas, interrumpiendo su desaceleración.

La periodista Virginia Porcella explica que este resultado, que sorprendió a muchos analistas que esperaban una cifra por debajo del 4%, tiene en gran parte su explicación en la corrección de precios atrasados. Como los aumentos en el transporte en la Ciudad de Buenos Aires y el incremento del 21% en la electricidad en el noroeste del país. Mientras tanto, los precios que no presentan rezagos registran subas más moderadas, acercándose al ritmo del 2% mensual del dólar oficial.

Por otro lado, algunos economistas señalan que la recuperación económica actual es incompatible con una baja acelerada de la inflación. Según afirman, esta situación es coherente con una desaceleración más gradual, tal como se viene observando desde mayo. La remonetización de la economía, impulsada por el crédito y la recuperación de la actividad, está ayudando a ciertos sectores a ajustar sus precios. Lo que dificulta una baja rápida de la inflación.

Gabriel Caamaño, director de la consultora Ledesma, afirmó: «La economía se está remonetizando hace varios meses vía canal de crédito y eso está permitiendo la recuperación de la actividad. En ese contexto, muchos sectores cuyos precios habían quedado rezagados empiezan a recuperar el terreno perdido. Eso, en parte, explica la resistencia a una baja más rápida de la inflación». Según el economista, para lograr una reducción más pronunciada, sería necesario aceptar una reactivación económica más lenta.